MIJAIL GORBACHOV – LO QUE PUDO SER Y NO FUE

Jaime Rocha. Marino de Guerra y Escritor

Aunque a alguno pueda pareceros extraño, hoy no voy a hablar de mis libros, solo haré mención a la parte política que todos ellos contienen, Incluido este último que acaba de ser publicado la semana pasada, Alta Tarición, y que con mucho gusto entrego a José Manuel, con la esperanza de que me sean perdonados mis pecados de ausencia continuada de este foro. Llevo dos años de auténtica locura de viajes sin parar desde Tenerife a Andorra por toda España incluso repitiendo ciudades.

Se me ha pedido que hable de política. La política condiciona nuestras vidas desde lo más importante hasta lo cotidiano.  Desde las relaciones entre los países, hasta la asistencia sanitaria que recibimos, la educación que reciben nuestros hijos, todo es política. La historia de los pueblos esta condicionada por la política que ejecutan sus responsables políticos. La ventaja de las democracias es que los ciudadanos, cada x tiempo, podemos corregir nuestro error si hemos elegido de forma equivocada.

Europa pasa por una situación muy complicada que, en mi opinión, es consecuencia de la política que sus dirigentes han hecho a partir de 1991 cuando, tras la caída del Muro de Berlín desparece la Unión Soviética.

La llegada de Gorbachov al poder en 1988, al ser nombrado presidente del Sóviet Supremo y jefe del Estado suponía no sólo una renovación generacional, sino también una esperanza de renovación política: Gorbachov encarnaba la corriente reformista que proponía una apertura liberalizadora para sacar a la URSS del estancamiento económico, político y cultural en el que había quedado sumida desde la época de Brezhnev.

Gorbachov no defraudó esas expectativas, desde 1990 puso en marcha un programa político extremadamente audaz que no sólo acabaría con la dictadura comunista en la URSS, sino con la propia existencia de aquel Estado, transformando así profundamente el escenario internacional.

Dicho programa, sin embargo, era obra de un comunista convencido, deseoso de reforzar y perfeccionar el régimen socialista mediante la trasparencia (glasnost) y la reestructuración (perestroika). La glasnost se produjo primero y con más facilidad: Gorbachov implantó una mayor trasparencia informativa, acabó con la represión hacia los disidentes, desmontó el Estado policial y la censura de prensa, restauró cierta libertad de expresión y reconoció públicamente los crímenes y los errores cometidos en el pasado por el partido y por el Estado soviético. Con todo ello se ganó el apoyo de los gobiernos y de la opinión pública occidental.

 

Esta acogida no es de extrañar, dado que Gorbachov practicó una política exterior pacifista, llevando de hecho a la URSS a renunciar a su papel de gran potencia mundial, con tal de reducir así los pesados gastos militares que apenas podía soportar la debilitada economía del país (tratado de desarme pactado con los Estados Unidos de Ronald Reagan en 1987, y retirada de Afganistán en 1989). La retirada del ejército soviético condujo a procesos más o menos revolucionarios que acabaron con los regímenes comunistas en Europa central y oriental, abriendo el camino para la reunificación de Alemania (1990).

 

En 1991 se produjo un intento de golpe de Estado militar de tendencia involucionista, que fue detenido por la fuerza del movimiento democrático radical, encabezado por Boris Yeltsin; éste se hizo dueño del poder en Rusia, apartando a Gorbachov y pactando con los dirigentes de las otras repúblicas el desmantelamiento de la URSS. Gorbachov se retiró de la política en aquel mismo año; aunque se presentó a las elecciones presidenciales de Rusia en 1996, obtuvo un resultado pésimo, reflejo de la impopularidad que se ganó en su propio país.

Tras la crisis financiera de 1998, Yeltsin se encontraba en el ocaso de su trayectoria. Solo unos minutos antes del primer día de 2000, dimitió por sorpresa dejando el gobierno en manos de su primer ministro, Vladímir Putin, un antiguo funcionario del KGB y jefe de su agencia sucesora, el Servicio Federal de Seguridad.

Cuando cesé de responsable de las redes clandestinas en el Magreb, debido a mis “salidas de emergencia” de Libia y Marruecos, el director del CESID, general Manglano, me mandó en 1989 a Praga. Empezaban a producirse movimientos populares en contra de los regímenes comunistas en países como Hungría y Polonia con el sindicato Solidarnosc de Lech Walesa.

No teníamos a nadie en Europa del Este y Manglano me dijo: “No quiero que me cuentes lo que está pasando, quiero que me digas lo que va a pasar” Tuve la suerte, o la habilidad, de formar pronto una buena red de informadores, todos inconscientes. Algunos eran hispanistas de la Universidad Carolina de Praga y sobre todo, Erika, una joven periodista de Rude Pravo, el órgano del Partido Comunista Checoslovaco.

Cuando empiezan las movilizaciones en Praga y Bratislava, duramente reprimidas por la policía y el ejército, Erika me informa de que el gobierno checoslovaco le ha pedido a Gorbachov que envíe los tanques para reprimirlas como hizo el gobierno de Brézhnev en 1968 durante la fallida Primavera de Praga.

Informé de inmediato y directamente al director. Según me dijo nadie tenía esa información en ese momento. Aquella negativa de Gorbachov fue fundamental para el triunfo de la Revolución de Terciopelo.

Gorbachov y su “socialismo de rostro humano” hubieran supuesto una nueva era de paz y  cambios políticos y sociales importantes en Europa, pero en el lugar del socialismo de rostro humano de Gorbachov tenemos el expansionismo imperialista de Putin con las consecuencias que estamos viviendo.

Vemos con este lamentable ejemplo la transcendencia de las políticas de dos políticos diferentes y como esas decisiones políticas afectan muy directamente a nuestras vidas.

En alguna entrevista de prensa he dicho que “Europa no ha hecho los deberes” tras la caída del Muro de Berlín. Era el momento de una unión más fuerte en temas como la defensa, inteligencia, seguridad, Fuerzas Armadas o independencia energética. Ahora lo estamos viendo: seguimos siendo dependientes de la OTAN (Estados Unidos) en Defensa y del gas ruso o de otras procedencias en energía, pero es que hasta China nos fabrica la mayoría de los componentes de automoción o informática. Dudo que nuestros políticos actuales sean capaces de dejar de mirarse el ombligo y corrijan estos errores.

Como decíamos, la política determina nuestras vidas en cuestiones muy importantes. He vivido, o visitado con frecuencia, muchos países con regímenes políticos muy distintos, desde las dictaduras comunistas como la Checoslovaquia que conocí, la dictadura capitalista de Singapur, los regímenes teocráticos o confesionales musulmanes como la Libia de Gadafi…y por supuesto muchas democracias de corte occidental que, aun con el factor común que todas las democracias tiene en sus constituciones, cada una tiene unas características diferenciales que hacen que las sociedades correspondientes se perezcan pero no sean iguales. El fenómeno de la globalización tiende a eliminar esas diferencias pero no creo que sea capaz de lograrlo, estamos viendo que la utopía de la Unión Europea hoy, después de tantos años, no es más que una unión monetaria y poco más.

Hasta en cuestión tan vital como la energía cada uno hace la guerra por su cuenta. España abandona Argelia y le falta tiempo a Macron para ir corriendo a firmar acuerdos con los argelinos y se niega a construir un gaseoducto por  los Pirineos.

Alemania, Dinamarca y Suecia tenían unos acuerdos de suministro con Rusia de los que se beneficiaba solo ellos (por cierto que aún  no se sabe quién los ha saboteado).

Ni a Rusia, China o Estados Unidos les interesa una Unión Europea de 500 millones de habitantes, desarrollada y con un potencial económico de primerísimo nivel. Los Estados Unidos ya lograron que Gran Bretaña se saliera de la Unión, los rusos antes, y además de la invasión de Ucrania (por cierto, en el 2014 cundo se anexiona Crimea nadie dice nada), ya estaban financiando el Proces catalán y los chinos deseando entrar en Europa con una base militar en Cataluña a cambio de 45.000 millones de dólares.

La guerra es a la política (diplomacia) como la cirugía a la medicina.

Europa ha sido el escenario de las dos guerras mundiales y quedó por dos veces destruida. Parecía que tras la segunda guerra los políticos europeos de ese momento y la Firma del Tratado del Carbón y del Acero en Paris en 1951 habían aprendido la lección y se produciría una autentica unión, pero no solo por la acción exterior, sino por nuestras propias debilidades y enfrentamientos, eso, hoy por hoy está muy lejos. Ojalá me equivoque.