Los tres grandes imperativos de la geoestrategia imperial son evitar la colusión entre los vasallos, mantener los flujos tributarios y su dependencia defensiva.
Hace unos meses, en una tertulia con un alto funcionario de la Comisión Europea este se lamentó de lo difícil que estaba resultando la creación de una “identidad europea”. Uno de los asistentes le sugirió que quizás la propia UE tenía su parte de culpa porque estaban desapareciendo de los sistemas educativos nuestras raíces griegas y romanas, incluyendo el estudio de ambas lenguas, las raíces cristianas y una gigantesca herencia filosófica. Nuestros hechos constituyentes ineludibles –añadió- son eliminados por decretos sucesivos de tal modo que cada día es más difícil entender una Europa sin la memoria de su genealogía.
Otro de los asistentes señaló que, al hablar de Europa, solo hablábamos de una pequeña parte y olvidábamos Rusia. Al mismo tiempo, añadió un tercero, esto sucedía en una UE con cada vez menos peso global y “empobreciéndose a crédito propio”. Esto centró la conversación en Rusia y, lógicamente, llegamos a la cuestión de Ucrania que todavía parecía lejos de la actual situación.
Otros contertulios, con larga experiencia diplomática en estos territorios, recordaron que desde los años 90 Rusia se esforzó en tener un papel en la seguridad europea– tratando de convertir la OSCE en nuestra principal institución defensiva sin encontrar respuesta positiva. Lo mismo sucedió tras plantear la entrada de Rusia en una OTAN derivada del tratado de Dunquerque, – Nota 1— y que habría dejado de tener sentido en opinión de algunos grandes países europeos, Rusia entre ellos. Algo más tarde, en 2008, Medvedev propuso una estructura defensiva europea no subordinada a los EEUU y dos años más tarde todos recordamos a Putin proponiendo una gran Europa, “desde Lisboa a Vladivostok”, que es bien entendida como horizonte estratégico pero que produce una especie de vértigo tras más de 70 años de dependencia de Washington y el recuerdo de la URSS por algunos de los antes satélites soviéticos. Ninguna de estas ideas mereció respuesta por parte de Europa en cuyo territorio prosiguió la escalada de la OTAN con la incorporación de nuevos países y la inaudita designación de Rusia como adversario o enemigo.
Cuando se desintegró la Unión Soviética la OTAN contaba con doce miembros. Durante aquellas conversaciones entre el Kremlin y Washington se dieron garantías verbales bien documentadas de que, una vez desaparecido el riesgo que planteaba una URSS expansiva ideológicamente, la OTAN no tendría ya sentido. Hoy esa misma institución militar tiene unos treinta miembros lo que ha ido creando en Rusia una lógica preocupación a la que hay que añadir la certeza de haber sido engañados. Desde entonces Rusia acentúa el esfuerzo de modernización de su armamento y comprueba la dependencia de Europa “occidental” de los diseños estratégicos de los EEUU.
En 2014, durante el gobierno de Yanukovich, el parlamento de Kiev había decidido no pedir su entrada en la UE y mantener sus lazos con Rusia. El resultado fue el golpe de estado que derribó violentamente al entonces presidente electo de Ucrania y precipitó acontecimientos. Rusia, en una operación por sorpresa, tomó sin derramamiento de sangre la península de Crimea. En la región industrial del Donbass –Donetsk y Lugansk– se alzaron milicias de rusos étnicos que hoy, casi ocho años más tarde, siguen intercambiando fuego de artillería y acusaciones con el ejército de Ucrania. Unos días después del rescate físico de Yanukovich por tropas especiales rusas, la población de Crimea votó masivamente reintegrarse en Rusia. Hoy la península, del tamaño de Galicia, dispone de un puente de diez y ocho kilómetros que une la ciudad de Kerch con Rusia. –Nota 2–. Crimea es la base de la flota rusa del Mar Negro desde los tiempos de Catalina la Grande – gentil anfitriona y protectora durante cuarenta años de la Compañía de Jesús expulsada entonces de Europa occidental–. En el resto de Ucrania más de la mitad de la población es de raíces rusas mientras la parte occidental es muy anti rusa desde los tiempos del georgiano Stalin que se lo ganó a pulso.
La crisis del 2014 se zanjó con los llamados “acuerdos de Minsk” en los que se negociaría la federalización del Donbass dentro de Ucrania. Estos acuerdos llevan años estancados dado el escaso interés de Kiev y sus apoyos norteamericanos que, tras la llegada de Biden, se han ralentizado todavía más. En paralelo, los EEUU se han salido de los anteriores acuerdos de seguridad nuclear con Rusia lo que les deja las manos más libres para instalar misiles nucleares de alcance medio cada vez más cerca de Rusia en suelo europeo. Esta salida supuso también el cese del tratado de Cielos Abiertos con vuelos de inspección de cada parte en el territorio de la otra. Todo ello ha ido enajenando el ánimo de Rusia hasta que se ha producido lo que hoy vivimos.
Ha sido Biden quien ha venido proclamando que las maniobras rusas proximas de su frontera con Ucrania y en Bielorusia estaban destinadas a preparar una inminente invasión. Numerosos países de la OTAN se han prestado a suministrar armamento a Ucrania y en algún caso tropas. En YouTube es fácil encontrar videos que muestran la presencia de mercenarios de habla inglesa en Ucrania lo que ya sucedió en 2014 en el frente de Mariupol. Los muertos en el Donbass por los bombardeos de Ucrania desde 2015 hasta mediados de Febrero, superan los 14,000 civiles de los cuales no hemos querido saber nada en Occidente. Según el presidente estadounidense la fecha del ataque iba a ser el pasado 16 de Febrero. Una semana después se ha iniciado el ataque ruso por varios frentes. Al escribir estas líneas seguimos preocupados sin saber cuándo terminará la invasión o cómo. Las crónicas nos lo dirán porque no es ese el objeto de estas líneas.
Con Gran Bretaña ya fuera de la UE se ha hecho más evidente que los grandes países de Europa –Alemania, Francia, Italia y discretamente España—no tienen gran interés en empeorar las relaciones con Rusia, un coste inmenso para todos nosotros, y que preferirían una defensa colectiva más autónoma en vez de una OTAN que perdió su función original y que ha servido para intervenciones como las guerras de Iraq, Libia, o Siria con ya más de un millón de muertos –muchos de ellos cristianos locales como revancha del extremismo musulmán– y millones de refugiados de los que luego nos quejamos. Poco a poco y a pesar de la retórica guerrera se instala la certeza de que no se puede construir la propia seguridad a expensas de la de nuestros vecinos.
Llegados aquí es necesario traer a colación dos personajes clave de la Geopolítica occidental, uno de ellos es Mackinder (1861-1947) y, el otro, Brzezinski (1928-2017). El primero sostuvo que para dominar el mundo es imprescindible controlar o neutralizar la Gran Masa Euroasiática porque en ella se concentran los mayores recursos naturales y, con diferencia, la mayor parte de la población mundial. El segundo, Brzezinski, aplicó este principio a la geopolítica de los EEUU durante sus largos años como miembro de instituciones norteamericanas y globales (Trilateral, Agencia de Seguridad Nacional, Gobierno y un gran intelectual y profesor). Las tesis de Mackinder y de Brzezinski son poco conocidas del gran público pero, a nuestros efectos, es necesario destacar un párrafo de la obra de Brzezinski “El Gran Tablero de Ajedrez”, que no deja dudas de por qué estamos hoy pendientes de otra guerra en nuestro territorio y a punto de destrozar nuestras relaciones intraeuropeas para un siglo más. El párrafo, –página 48 del original en inglés–, dice así: … los tres grandes imperativos de la geoestrategia imperial son evitar la colusión entre los vasallos, mantener los flujos tributarios y su dependencia defensiva”. Más claro, imposible.
Espero de corazón que se recupere el buen sentido y tengamos paz en una Europa en la que nadie se sienta amenazado. Desde Lisboa a Vladivostok. Nos va demasiado en ello.
Nota 1– Resumen histórico de la OTAN https://www.youtube.com/watch?v=nGxIY5sGAAQ
Nota 2 – Puente de Kerch: https://www.elpais.cr/2019/12/23/la-union-europea-reacciona-a-la-inauguracion-de-la-linea-ferroviaria-del-puente-de-crimea/