La guerra contra Rusia en Ucrania nos enfrenta a dos graves cuestiones: nuestra alta y creciente dependencia de los EEUU y nuestro retroceso en producción intelectual-tecnológica en relación con los países que hoy nos superan en tales indicadores: Corea, Japón, EEUU y China. Alemania está en recesión, los PIBs per cápita de muchos países europeos están estancados o son decrecientes y hay una importante deslocalización de la producción a los EEUU. Con la guerra hemos cortado la energía barata de Rusia para varias décadas. Este mes se ha declarado en bancarrota la empresa fabril más antigua de Alemania. Se trata de Eisenwerk Erla, otro fabricante que no puede con los costes energéticos y regulatorios europeos. Es solo uno de los muchos desaparecidos y no estaría en titulares de no ser por sus seiscientos años de vida.
En esta situación el partido Popular Europeo, los Liberales y algunos partidos nacionalistas entre ellos, están sugiriendo un alto en la frenética actividad regulatoria de la UE para sopesar la situación. Parece, también en titulares, que la Comisión no ve la propuesta con malos ojos. Bienvenida sea porque estamos necesitados de reflexión en el controvertido y transversal campo del “Cambio Climático” que, recordemos, se basa en atribuir al CO2 de origen humano, industrial y agrícola, efectos caloríficos en las temperaturas planetarias. Una tesis cuestionada por numerosos científicos de renombre pero a la cual se aferra la UE y, con menor intensidad, los EEUU donde depende del color político de la presidencia.
La literatura científica discrepante de las tesis oficiales cuestiona conceptos principales de las mismas. Así, a la idea de “Cambio Climático”, responde diciendo que es un “significante vacío porque el clima siempre ha cambiado”. Al “Calentamiento” replica que “ha habido en la historia reciente numerosos periodos con mayores y menores temperaturas y sin industria alguna”. Sobre la cuestión del CO2 responde que “el CO2 es un factor dos órdenes de magnitud menor que el vapor de agua que los gobiernos ignoran” y que “los ciclos solares son, de largo, el principal factor”, etc. Todos son ciertos, pero los gobiernos de la UE siguen añadiendo costes regulatorios y fiscales contra el CO2. No es difícil ver que el CO2 es el único gas del cual se puede hacer responsable al ser humano — y a todo lo vivo– lo cual es una excepcional palanca de poder absoluto sobre los ciudadanos.
Por otra parte tenemos políticas públicas que producen enormes cantidades de calor y que no son tenidas en cuenta ni en los modelos de predicción ni en los datos. En efecto, siustedes se preguntan si la vida “calienta” el planeta, la respuesta intuitiva, la que darían Ockham o Descartes, sería decir que es probable que así sea. No es lo mismo tener cincuenta que cinco mil espectadores en una cancha de baloncesto. Los primeros estarán a temperatura ambiente mientras los segundos necesitarán aire acondicionado. Tampoco es lógico esperar que la temperatura fuera la misma en 1900, con 1.600 millones de almas, que hoy día con 8.000 millones. Son 6.400 millones de cuerpos adicionales a unos 36ºC sin contar con los inevitables miles de millones de radiadores, aires acondicionados, cocinas y motores necesarios para sus vidas. O, sin ir más lejos, con lo sucedido en el transporte aéreo que, entre 1990 y 2020, pasó de unos 1.000 millones a 4.500 millones de pasajeros. Cada motor de estos aviones funciona entre 1.500ºC y los 2.000ºC de un Boeing 747.
Por si lo anterior fuera poco, en tres décadas se han añadido nuevos factores de calentamiento. Vamos a citar tres, todos ausentes del debate sobre el Calentamiento. Son estos:
- La costumbre, ya estandarizada en gran parte del globo, excepto en el Islam, de usar hornos crematorios en vez de enterrar los cadáveres. Mueren unos cien millones de personas al año. Unos sesenta de ellos son incinerados durante cinco horas a entre 900ºC y 1.200ºC. Quemando gas, naturalmente.
- La irrupción de miles de millones de paneles solares negros cuya temperatura operativa supera siempre la ambiental al recibir la luz solar llegando a alcanzar los 65ºC y en ocasiones superándolos. Igual que lo hace un vehículo de color oscuro al sol.
La principal instalación fotovoltaica española, “Nuñez de Balboa”, tiene 1,4 millones de paneles. Las 11 mayores tienen una media de 418.000. Pues bien, en 2022 había en España unas 65.000 instalaciones fotovoltaicas industriales. Estimando 4.000 paneles por instalación, –el 1% de la media de las once mayores–, estamos ante 260 millones de paneles sin contar las 200.000 viviendas que los tenían ese año. España suele representar entre el 1,5% y el 2% del total mundial en la mayoría de parámetros por lo que nos encontramos con que ya hay globalmente unos 13.000 millones de paneles emitiendo por encima de la temperatura ambiente cuando reciben la luz del Sol. Y apenas hemos comenzado a instalarlos.
- En 2021 había en España 21.000 torres eólicas que en 2030 llegarán a ser 50.000. Cada torre tiene una gran turbina generadora con sus sistemas de calentamiento y refrigeración para funcionar entre los 40ºC y 80ºC según las especificaciones de un modelo estándar. Es decir, todos ellos operan a una temperatura superior al entorno porque un tercio de la energía recibida por el rotor se transforma en calor. Hoy tenemos un millón de torres en el mundo y llegaremos a dos y medio en 2030.
La conclusión es que estamos calentando la atmósfera cercana a la superficie terrestre muy por encima de la temperatura ambiente con miles de millones de focos de calor y, en vez de atribuirlo a su causa directa y medible en cada dispositivo, achacamos el incremento de temperatura – estimado en poco más de 1ºC en cien años según el IPCC– al CO2 antropogénico que es un 0.01% o una parte por 10.000 de la atmósfera.
Es obligado resaltar que atribuir esta función al CO2 de origen humano es como pretender pescar con una red de 10,000 metros cuadrados, dos campos de futbol, con solo un metro cuadrado de malla y 9.999 vacíos.
Dado que los datos recientes nos hablan de dos décadas sin calentamiento en los últimos cuarenta años, lo lógico es pensar que quizás estemos ya en un ciclo de enfriamiento hacia una glaciación como la que terminó hace apenas diez o doce mil años con el mar ciento veinte metros por debajo del nivel actual y toda Europa y América del Norte, hasta la latitud de San Luis, Missouri, bajo cientos de metros de hielo. Otro de los eventos climáticos de los que no solemos hablar.
Por todo ello y sin necesidad de entrar en polémicas parece urgente revisar a fondo, sin denigrar a los científicos discrepantes, las bases de las vigentes políticas climáticas en un momento en el cual se vienen tomando decisiones de desmantelamiento industrial y encarecimiento de nuestros productos que comprometen gravemente el progreso económico y el pago de la ingente deuda que nos viene sosteniendo los últimos veinte años. Decisiones que el resto del mundo, casi el 85% de la humanidad, ni se plantea imitar.
29/05/23