¿Qué puedo hacer yo?

Nos encontramos, hoy, con personas que se encuentran tristes, descorazonadas, desilusionadas ante la situación de las sociedades actuales; otras: enfadadas, alteradas, nerviosas buscando por dónde está la solución a unos valores sociales que ven en caída acelerada. No es de extrañar que muchos opten por aquello de contemplar el mundo desde la ventana; que ellos ya no pueden hacer nada, dicen. Estos, desconectan de “lo político” e intentan vivir su vida y que les impacte todo lo menos posible. Otros, buscando qué hacer, optan por la acción por la acción, todo aquello que sea en contra de lo que ven como negativo en la sociedad; son los agraviados, con gran carga de razón en muchos casos, pero cuya exasperación lleva a nunca ver el vaso ni lleno ni medio lleno, siempre vacío. Es difícil reprochar las dos actitudes anteriores; pero, no son constructivas. Por omisión o por sobrerreacción ni ilusionan ni cambian nada. La persona en sociedad debe buscar el Bien Común, el dejar el mundo mejor de lo que lo encontró; la mejora de cada persona en particular y de su conjunto. No estamos aquí para cuidar de nuestro ombligo. Tenemos, cada uno, un deber de intentar dar nuestra pincelada en el cuadro social. Lo que no hagamos se quedará sin hacer; pequeño o grande. Eso supone edificar.

Ante este enfoque, algunos dirán: bien, ¿y yo, qué puedo hacer?; desorientados.

La respuesta fácil, es aquella inmediata: la del corto plazo, aquella que responde a situaciones y problemas concretos y actuales. No me quedo en la ventana viendo el mundo pasar, me muevo, participo. O, no solo me molesto, también intento ensalzar aquello bueno, que aunque pequeño puede brotar.
En este punto, algunos dirán que ya se han movido, han votado a Vox. Porque sienten el desengaño del Partido Popular, que cuando gobierna (y cuando gobierne) solo se preocupa de las políticas económicas –que lo hace bien-; pero que deja pasar la oportunidad de deshacer todas las actuaciones y legislación ideológica de los gobiernos anteriores; estos recuerdan como en sentido contrario el Gobierno de Zapatero-Fernández de la Vega, rápidamente en sus primeros meses, impulsó una agenda ideológica que aun hoy ha quedado –gobierno Rajoy por medio- presente. El PP volverá a dejar esta agenda ideológica, no se ha molestado en negarlo, y ante ello Vox sería la única opción que confronta la batalla cultural.

No nos extrañemos ante esta opción producida por el desencanto, no solo del Partido Popular; también es la opción de segmentos sociales desatendidos y concretos: taxistas, agricultores, autónomos, ganaderos, transportistas, cazadores, obreros en barriadas olvidadas. Acuden a quien da voz a su frustración, como respuesta a ese olvido y marginación que sienten. Se da así la confluencia de la contestación de segmentos sociales con el desengaño ideológico de los que abandonan al PP. Contestación que tiene un componente concreto y actual; desengaño ideológico que tiene un componente de fondo.

Aquí, además, muchos se sienten aún más desesperanzados respecto al componente ideológico del Partido Popular. Algunos dirían que es indefinido; otros, traslúcido, porque no existe; otros, más allá, constatan que participa de la corriente ideológica de lo políticamente
correcto que arrasa en el mundo occidental. Los líderes políticos, llámense Sánchez, Feijóo, Macron o Trudeau, e independientemente del color de sus ropajes exteriores, se inclinan ante unas agendas, semánticas, cosmovisiones, antropologías, dineros, en los que la intrínseca dignidad integral de la persona en sus planos biológico, intelectual, emocional y espiritual se cuestiona, distorsiona o se disuelve difuminándose. Se ven arrastrados consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, presionados o sencillamente dirigidos por esta corriente que nos invade; y saben que si no estás en ella, simplemente no estás o no estarás. Malta cedió, Hispanoamérica está en el fragor de la batalla, Hungría y Polonia veremos…

Parece que ante esta situación, ya no nos planteamos: ¿y yo, qué puedo hacer?, ni gritar, directamente nos sentamos en la butaca a hacer un sudoku rabiando ante nuestra pequeñez.

Pues precisamente es a este punto a donde se quería llegar. Cada uno de nosotros debe actuar, debe participar, es necesario, independientemente de cuál es su aportación y lo aparentemente inútil que pueda ser una mosca para detener un elefante. Sin embargo, el convencimiento profundo de cada uno de ser necesarios para transformar el mundo y dejarlo mejor, de contribuir al Bien Común, es el paso imprescindible para que realmente esto se produzca.

No nos hagamos ilusiones de que son batallas cuyo resultado veremos necesariamente. Quizá nuestra contribución no transforme la sociedad de forma inmediata, pero quizá sí sus resultados permitirán que nazcan nuestros nietos o bisnietos y que, además, lo hagan de unos padres felices porque hay una sociedad donde las personas han tenido la oportunidad de creer en la vida. Perdón, en la Vida.

Esto, que uno puede hacer, pone el foco en un nivel diferente al concreto, actual que inicialmente describíamos. Es el foco del medio y del largo plazo. Cuando nos regalan unas flores y regamos el ramo estamos actuando en el corto plazo; no queremos que se marchiten en unos días; estamos cambiando nuestro sentido del voto. Pero las flores se marchitarán; no tienen raíz, no tienen un contenido ideológico que las sustente. Cuándo nos regalan una maceta con una planta, la podemos regar, podemos abonarla, las flores florecerán varias veces, tiene algún sustrato de ideas; ese es el medio plazo: las propuestas reflexionadas de cambios normativos, la motivación a unos adolescentes, la confrontación pausada y sin complejos de temas difíciles. Si ya plantamos un árbol en tierra fértil, ni regar casi hace falta, estamos edificando sobre cimientos profundos que el vendaval diario no se llevará.

Pero sin duda el foco del medio y largo plazo es difícil. No es convencer y dar una papeleta de voto a un elector: es que tenga la oportunidad de formarse como persona, tener valores, libertad y responsabilidad; y que, con la verdad buscada, tener criterio propio para elegir el mejor voto o decisión posible, ya sea en Barcelona, Lima, Manila o Pamplona. No solo mañana, también pasado mañana.
Es laborioso remar cuando el objetivo se ve lejos. Sin embargo hay que ser consciente de que existen multitud de herramientas y acciones a mano; para todos los caracteres, posibilidades, capacidades y disposiciones. Habrá quien dé una charla en un colegio, quien promueva proyectos sanos de unos jóvenes, quien proponga en una comunidad de vecinos, quien se

oponga con alternativas y sin vergüenza en una asociación, quien ilusione formando, quien ilumine con criterio al desorientado, quien dé ejemplo participando, quien lidere con sacrificio propuestas, quien organice colectivos, quien aporte esfuerzo, quien aporte financiación, quien tenga personalidad para señalar cuando la brújula se vuelve loca, quien coordine voluntades, quien señale caminos.
¿Y yo, qué puedo hacer? Preguntarse ya es un primer paso, ser consecuente otro más. Sin embargo, después, hay más preguntas:

¿y con otros como yo, juntos, qué podemos hacer?