EL DESCRÉDITO DE LAS INSTITUCIONES

Las encuestas más fiables y las apreciaciones personales coinciden en que la confianza en las instituciones nacionales está cayendo, sobre todo entre los jóvenes. Y esto nos parece sumamente grave. No sólo porque puede parecer injusto la generalización de determinados comportamientos, sino porque el desencanto y algunas intenciones populistas pueden desenganchar al ciudadano de sus obligaciones como sujeto político. Y esto es especialmente peligroso, sobre todo si esos populistas llegan algún día al poder.

Este descrédito viene marcado por los comportamientos de algunos políticos que, a su evidente falta de preparación intelectual y profesional, añaden unas formas que no se corresponden, en absoluto con la corrección política que debe observarse. Y esto queda evidenciado tanto en las intervenciones en las cámaras legislativas, como en las opiniones que se manifiestan en las redes sociales. Así como el abuso de los medios que el Estado pone a disposición de los políticos para el desarrollo de su labor.

Pero probablemente es la anteposición de los intereses partidistas a los de España como nación lo que más contribuye al descredito de las instituciones políticas. Los pactos entre los partidos para mantenerse en el poder, a toda costa, incluso con aquellos antisistema que persiguen la destrucción del modelo político que inauguró la Constitución de 1978, escandalizan a muchos ciudadanos.

La profesionalización de la actividad pública, con los privilegios de los políticos, en un momento de grave crisis económica, no hace más que empeorar la imagen de la clase política entre los españoles. La profesionalización de la política no sólo priva de experiencia laboral a quienes tienen que legislar, sino que hace que se aferren al poder a toda costa. No es nada extraño que al preguntar a los españoles cuales son los principales problemas que, en estos momentos tiene España, el mal comportamiento de los políticos figure en sexto lugar según el CIS.

Con todo, pensamos que la mentira sistemática, el incumplimiento de las promesas electorales, la negación insistente de pactos que terminan fructificando por intereses, no ya de partido, sino estrictamente personales, eso es lo que más está contribuyendo a ese peligroso descredito de las instituciones públicas.