Editorial: Monárquicos o juancarlistas

A muchos que nos seguimos considerando juancarlistas, por agradecimiento a su persona, nos resulta muy doloroso contemplar el «exilio» de un gran español

En sus interesantes memorias tituladas Trayectoria política de un ministro de la Corona, Alfonso Osorio refiere una conversación con Adolfo Suarez poco después de haber sido designado por Don Juan Carlos como presidente del Gobierno. Un tanto abrumado por la responsabilidad de devolver la soberanía al pueblo español, Suárez le pregunta: «Alfonso tú qué eres más ¿monárquico o juancarlista?». Osorio le contesta que es juancarlista por ser monárquico, ya que Don Juan Carlos representa la continuación de la Monarquía tradicional y Suárez le confiesa que se siente más juancarlista que monárquico.

Los que vivimos la transición y hemos estudiado este interesante periodo de la historia de España pensamos que la mayoría de los españoles, de aquella época y de ésta, se sienten más juancarlistas o felipistas que monárquicos en el sentido literal de la palabra. Y esto es algo que debe tenerse muy en cuenta.

Los que no vivieron ese ilusionante momento de transición, no tienen más que leer las memorias de los grandes protagonistas de las mismas, las del mismo Osorio, José Manuel Otero Novas, Marcelino Oreja o Juan Antonio Ortega y Díaz Ambrona, entre otros, para comprender los extraordinarios servicios prestado a España por Don Juan Carlos. Él fue el auténtico piloto del cambio, en palabras del historiador Charles Powell. Don Juan Carlos, con la ayuda inestimable de personajes singulares como Torcuato Fernández-Miranda, el propio Suárez, Sabino Fernández Campos y otros muchos, impulsó desde el principio y con bastante riesgo personal el proceso político que asombró al mundo y sirvió de referencia a otros países en su tránsito de la dictadura a la democracia. No sólo salvó a esta la noche del 23F de 1981, porque para ello, para conseguir que todos los altos mandos militares cumplieran sus órdenes aquella célebre madrugada, Don Juan Carlos se había ganado con esfuerzo y durante años, la confianza de la gran mayoría de los componentes de las Fuerzas Armadas. Su prestigio entre los militares era muy alto. Probablemente, después de Alfonso XII, Don Juan Carlos podría haberse ganado el apelativo de «el Rey soldado».

A poco que se profundice en la biografía de Don Juan Carlos se puede concluir que la suya no ha sido una vida fácil. Las relaciones con su familia y sobre todo con su padre, Don Juan de Borbón llegaron a ser muy tensas, con el consiguiente sufrimiento por ambas partes. Tampoco pudo sentirse muy bien en el régimen del general Franco. Los desplantes fueron constantes por parte del falangismo más radical. Sin embargo, probablemente desde el momento en que fue designado sucesor a título de Rey, Don Juan Carlos tenía claro que debía serlo de todos los españoles y comienza sus contactos con personas que desde dentro del sistema comprenden que la evolución hacia la democracia era inevitable una vez fallecido el Dictador. Contactos que también se extendieron hacia la oposición más o menos moderada. Por todo ello, pienso que la tremenda penitencia que Don Juan Carlos tuvo que sufrir por su conducta, para muchos reprobable, fue la abdicación. Probablemente nunca estuvo en sus planes no morir en el trono y en la España por la que tanto trabajó y sufrió. Por ello, a muchos que nos seguimos considerando juancarlistas, por agradecimiento a su persona, nos resulta muy doloroso contemplar el «exilio» de un gran español.

No es nada extraño que, a separatistas, antisistema y consentidores, ahora con responsabilidades importantes, les moleste tanto la figura de Don Juan Carlos, como el propio recuerdo de la Transición. Atacar la figura del Rey Juan Carlos es perjudicar a la Monarquía, una de las pocas instituciones que mejor representan a España como nación. Por eso a los golpistas catalanes de octubre de 2017 les sentó tan mal que el Rey Felipe les llamara desleales en su discurso del día 3. Intervención Real, por cierto, que a muchos nos recordó la de su padre la noche del 23F, porque el Gobierno de 2017 también parecía secuestrado por los insurrectos. Y fue deslealtad porque no fueron leales al pacto de la Transición en el que, a cambio de la autonomía y el Estatuto, renunciaban a la independencia, tal y como nos explicó el expresidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra a los asistentes a un curso que sobre la Transición celebramos a finales de julio en Marbella.

Quiero resaltar aquí un párrafo de la carta que Don Juan Carlos nos envió hace unos meses con motivo del homenaje que ofrecimos, desde el Instituto CEU de Estudios de la Democracia, a los componentes del Grupo Tácito que tanto protagonismo tuvieron en la preparación y primeros pasos de la Transición. Refiriéndose a este periodo, nos decía Don Juan Carlos:

«Fueron tiempos en los que todos supimos aceptar responsabilidades y ponernos al servicio de España –primero– y de la Corona –después– pero, muy especialmente al servicio de todos los españoles».
Y continúa al servicio de todos los españoles, como lo estamos todos los de buena voluntad a quienes nos preocupa mucho, en estos momentos, España. Pero él, Don Juan Carlos, a muchos miles de kilómetros de nuestra Patria.

Debe entenderse bien nuestro juancarlismo, por el bien de España, y de la Corona.

https://www.eldebate.com/opinion/en-primera-linea/20220831/monarquicos-juancarlistas_57057.html