NO FILTRARÁS

En el año 1973 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos afirmó, en la sentencia Roe contra Wade, que existe un derecho fundamental de la mujer a la privacidad, que le permite abortar libremente. Fue una doctrina débil, controvertida y contradicha en parte desde entonces, pero que hoy ha vuelto a la actualidad.

Se esperaba en Washington en los últimos meses una resolución trascendental sobre el aborto. El pasado 2 de mayo el periódico digital «Político» de Washington ha provocado el mayor escándalo de toda la historia judicial de los Estados Unidos.  Afirmó que cinco magistrados de los nueve que forman el Tribunal Supremo habían votado en el sentido de desechar la doctrina de Roe contra Wade y filtró íntegro el primer borrador de la sentencia propuesta a sus compañeros por el juez Samuel Alito, para resolver el asunto «Dobbs v. Jackson Women´s Heah Organization», sobre una ley restrictiva del aborto del Estado de Misisipi.

En este caso, los noventa y ochos folios del borrador filtrado al periódico tildan de <egregiamente equivocada desde el principio> la doctrina de Roe contra Wade, afirman que constituyó un <verdadero abuso de la autoridad judicial> y que <la Constitución de Estados Unidos no confiere un derecho a abortar>. Por ello, la autoridad de restringir o prohibir el aborto no deriva de la Constitución y debe ser devuelta a los Estados miembros, a los que corresponde regularla a través de sus representantes legítimamente elegidos.

La filtración se confirmó cuando el propio presidente del Tribunal Supremo John Roberts difundió −al día siguiente, 3 de mayo− una nota de prensa en la que reconocía que el borrador de sentencia publicado era auténtico, que su filtración representaba <un terremoto en la confianza entre los magistrados y miembros del staff> y <el pecado más imperdonable y la mayor traición posible al Tribunal Supremo>. Precisó que el texto no constituía todavía la decisión final del Tribunal, que se espera para finales de junio, y acordó que la policía interna del propio Tribunal investigará lo sucedido.

Es una rutina necesaria en el funcionamiento del Tribunal Supremo que los borradores internos sobre los asuntos pendientes circulen entre sus nueve magistrados, los letrados y los miembros secretaría para los cambios y matizaciones pertinentes. Los jueces cambian frecuentemente las palabras e incluso sus posiciones sobre los proyectos de sentencia. Todos los tribunales guardan celosamente estos preliminares como secretos y más en los Estados Unidos donde las filtraciones son muy infrecuentes y no habían alcanzado nunca, en toda la historia del Tribunal Supremo, una gravedad semejante a la filtración actual. Cuando un Tribunal no ha alcanzado todavía una resolución final filtrar sus trabajos internos en un caso es el ataque más grave que se puede cometer contra su independencia, porque facilita la oportunidad de corromper sus deliberaciones y posibilitar que los magistrados en duda cambien de opinión o persuadan a otros para que se sumen a su mayoría o formen otra distinta.

Lo insólito de este asunto radica en las reacciones a esta grave filtración porque, con excepciones muy tenues, no se han dirigido contra el filtrador o filtradores, que han infringido una herida grave al prestigio del Tribunal Supremo, sino contra el sentido del proyecto de sentencia de Samuel Alito, que quiere abandonar la doctrina de Roe contra Wade y rechazar que el aborto sea un derecho fundamental.

La filtración se ha producido a pocos meses de las llamadas <mid term elections> (que se celebrarán el martes posterior al primer lunes de noviembre de este año). En ellas se elegirá −a medio mandato del presidente demócrata Biden− toda la Cámara de Representantes, un tercio del Senado, 40 gobernadores y muchos cargos municipales. ¿Se debe atribuir la filtración al deseo de despertar la opinión pública de los partidarios del partido demócrata y hacer recaer el peso de esa opinión pública sobre los jueces contrarios al Roe contra Wade? Las encuestas dicen que la filtración puede ser importante para el resultado de esas elecciones, que todavía es incierto, pero favorable al partido republicano.

Es significativo que, desde el mismo momento en que se produjo la filtración, masas de manifestantes −la mayor parte de ellos en contra del proyecto del juez Samuel Alito− se hayan concentrado a las puertas del Tribunal Supremo en defensa del llamado “derecho fundamental a abortar de las mujeres embarazadas”, obligando a la policía a colocar barreras de protección, que nos recuerdan las del asalto al Congreso en la disputa de las últimas elecciones presidenciales Se han filtrado, sin reacciones significativas en contra, los domicilios de los jueces del Tribunal Supremo y los manifestantes han «escrachado» sus residencias particulares , especialmente en los casos de Brett Kavanaugh, del ponente Samuel Alito y de los demás magistrados que hasta ahora parecen prestar su apoyo al proyecto filtrado.

El mismo día 3 de mayo, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, calificó de <radical> el borrador de sentencia del Tribunal Supremo y sin rubor se proclamó a favor del Roe contra Wade, asegurando que la estabilidad del sistema de derechos fundamentales estaba en peligro en Estados Unidos y que el Tribunal Supremo no debía cambiar su jurisprudencia, porque el derecho de la mujer a abortar es un derecho fundamental. No le quedó a la zaga la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, quien atribuyó el borrador de la sentencia a los jueces nombrados por el partido republicano (sic) y calificó la todavía non nata sentencia como una de las peores y más dañinas abominaciones de la Historia moderna. Incluso la vicepresidenta de los Estados Unidos Kamala Harris no dudó en afirmar que los oponentes del Roe contra Wade quieren castigar a las mujeres y arrebatarles sus derechos para poder tomar decisiones sobre sus cuerpos, concluyendo que “los legisladores de los Estados de mayoría republicana están convirtiendo las leyes en armas contra las mujeres.”

Lleva a la reflexión comprobar que la filtración de un borrador de sentencia ya votada y el ataque a la independencia de una institución tan prestigiosa como el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, no resulte lo más importante de este caso, para personas de una formación cultural como los que se han citado.

Mandatos categóricos como el de «no matarás» representan la formulación más primitiva de normas que protegen la existencia de cualquier grupo humano. «No matarás» enuncia una prohibición básica, que desencadena en forma automática una pena para el asesino que realiza la conducta prohibida, así como la repulsa moral de sus congéneres y el ostracismo del asesino respecto del grupo a que pertenece.

«No matarás» encierra en realidad un mandato correlativo de que es obligado respetar la vida de todos los miembros del grupo.

Cualesquiera que sean las circunstancias específicas que rodean una situación de grave estrés, como el aborto −que no desconocemos−, jamás se puede construir como «un derecho fundamental» una acción letal que, en todo caso, comporta el sacrificio de una vida inerme e indefensa.

No puede calificarse como un supuesto <derecho> − el derecho a matar− una  precedencia de los derechos e intereses de la madre sobre una vida gestante, porque el no nacido se encuentra −y así ocurre en la jurisprudencia de los Tribunales Constitucionales de todas las sociedades democráticas− dentro del ámbito de protección y tutela del derecho a la vida, como un ser que nacerá con toda la perfección y dignidad que adorna cualquier vida humana. Afirmar un derecho fundamental al aborto es una monstruosidad jurídica, un absurdo que no se puede cobijar en la Constitución de los Estados Unidos ni en la Carta de Derechos Fundamentales de ningún Estado, o Unión de Estados, civilizados, por mucho que algunos jefes de Estado, tememos que por hipocresía o ignorancia, se atrevan a argumentar lo contrario.

Dejemos al Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidir sin presiones si abandona o no el polémico precedente del Roe contra Wade de 1973.

Es muy revelador que, en ese sentido, se acabe de hermanar en Estados Unidos el «no matarás» con otra prohibición esencial para la independencia de cualquier órgano judicial en una sociedad democrática avanzada: «No filtrarás».